Propongo la sustitución del toro enlatado y perfileño de Osborne, negro y enorme pero en el fondo nada fiero (no asusta ni a los coches) por el mucho más racial (rabiosa y perennemente spanish) Ratón. Así ya ponemos las cartas boca arriba, de los que somos y de lo que podemos esperar llegar a ser. Nada. Primero la decadencia y luego el gran trompazo. Qué curiosa es la vida: tenemos que estar con la sangre en el cuello, y con el corazón horriblemente arrebatado, porque un menor de edad (18) o incluso un mayor no emancipado (menos de 99) salga del recinto escolar, no sea que vea cosas malas (como cigarrillos, verbigracia), y basta empero ser erigido alcalde (alcaide de la prisión platónica de los ignaros, diríamos) para que solamente los menores de 16 tengan que salir del ruedo cuando el gran tótem nacional proyecta en sus giros de bestia inocente nuestra necedad ebria, de alcohol, de falta de ilustración (seguro que la luz se dio la vuelta horrorizada cuando vio el percal) y de mala sangre si hace falta.
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