Una canción,
el agua por la mañana...
La desazón continua, en cuanto se abren los ojos y se giran hacia las cosas, renacidas con el sol a un mundo...
Al llegar a la señal, te diriges a la izquierda, por la paralela. En algún momento se olvida el título de la canción que en ese momento escuchas. Puede que no en ese mismo momento sino en alguna otra parte del día.
Una canción francesa, de S. G., o una versión de ella. Un idioma no mueve las olas, pero creo que acompaña muy bien el tejido del mar, el raso sonoro, antes de un sol que despereza y hace renacer un mundo. Sólo tú eres más viejo, un reloj con arena entre las ruedas, una mezcla muy inconveniente entre el registro de la naturaleza y el registro de la costumbre.
Qué curioso: este sentir que la impresión se despierta un día después, cuando la creías muerta y enterrada, y resuelto el duelo una vez más. Será que estás solo ahora, y así te ves capaz de convocar a todas tus pobres impresiones. No tintinea la moneda en tus bolsillos. Se abre camino en tu memoria, de hombre apartado, el aroma de la calle de Doradores, salido de un libro en una reposadísima lectura. Así te salvas de lo espontáneo: haciendo ver que lo que sientes es falso, moneda de madera. No sentido, sino resentido. Así eres tú en la inmisericorde bastedad de los espejos, en las palabras más que gruesas que se abren camino en los corredores de una conciencia, mucho más salpicados de espejos que las modestas habitaciones límite de tu mundo. De mi mundo. De un yo que escribe su ser nadie para nadie, o para todos.
1 comentario:
A beautiful question...
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