Habrá un dedo que señala desde lo alto, y habrá alguien que cada día descarga un pliego de derrotas. Pasarán tantos años que se podría observar a simple vista el paralaje de la estrella y habrá alguien, quizás el mismo, que pasee por su camino con un espejo, repitiendo al antiguo que alumbraba con una linterna en pleno día, a ver si encontraba uno solamente de los que se dicen hombres, uno nada más, y esta ciudad y aquella más alejada podrían seguir manteniendo el orden de su piedras.
Una señal, un silbido desde el cielo, oído cualquier viernes cualquier tarde… Oído en cualquier parte, en ausencia del ruido de las cosas, ese que adormece a los seres felices y sustenta a su vez las columnas del cielo, ese que es tan grave cuando calla o quizás es que emite un mensaje chirriante, para alguien, vamos a suponer que sigue siendo el mismo, que ha olvidado o perdido en algún trecho del camino el don de lenguas, el método de comprender a los otros seres---
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