"A primera vista, parece decir que la diferencia esencial entre la episteme del siglo XVIII y la del XIX, o moderna, fue el paso de lo estático a lo dinámico, o de un figurativismo fijo a una forma de vitalismo. El análisis sincrónico de la estructura gramatical dio pie al trazado diacrónico de la historia de las familias del lenguaje; las variedades de plantas y animales, en lugar de ser consideradas como algo permanente y sujeto a una clasificación preestablecida, se vieron como arreglos provisionales que resultaban de las tensiones entre la vida y las posibilidades de la naturaleza; el ideal de prosperidad económica fue concebido, no como un estado, sino como el resultado de un proceso continuo." (John Weightman; cit.)
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