18 de julio de 2011

Uno y dos

Vivimos en precario, y no lo sabemos bien...

De prestado, y no lo sabemos bien...

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Un narrador inmenso, Varlan Shalámov, escribe un relato que titula con el nombre de otro narrador inmenso: “Marcel Proust”.

El libro había desaparecido. ¿Quién iba a leer aquella prosa extraña, casi etérea, se diría que dispuesta a volar al cosmos, un texto donde se hallan alteradas, desplazadas todas las escalas, donde no había nada ni grande ni pequeño? (…) Los horizontes del arte de la palabra se abren en esta novela de manera inusitada. Yo, un habitante de Kolimá, un ze-ka /preso/, me vi transportado a un mundo perdido hacía mucho, a otros hábitos, a unos usos olvidados. Inútiles. Tenía tiempo de leer. Era el practicante de las guardias nocturnas. Me vi abrumado por El mundo de Guermantes.


Quien habla, quien escribe, reitero, es un narrador inconmensurable, el autor de una terrible maravilla (los Relatos de Kolimá) que seguirá siéndolo dentro de doscientos años o de mil. No tengo ninguna duda.

A propósito de Sh. No sé si lo he leído ya antes. Es lo mismo.

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