Un viento dulce
vino con la noche.
Conforme pasan los años
el mundo
se vuelve más inaccesible,
no más transparente.
El última día,
congregados
cada uno de nosotros,
para la decisión,
caerá en lo oscuro.
Hasta la duda de un niño
nos inquieta:
teme venirse al suelo
si escala, así lo dice,
hasta una estrella
y la agarra.
Sobre todo este niño,
desconocido,
pero es cada uno
de nosotros,
aunque éste se vea
más despierto,
nos inquieta:
tan pequeño,
que ni dos palmos,
y ya piensa
en precario.
A los niños
les está reservado,
por eso los quería
el protagonista
de los evangelios,
efectuar
las preguntas
necesarias,
las que luego,
apenas plantadas,
vamos vistiendo
de certezas aparentes,
hasta que un niño,
desconocido,
las derriba
de una pedrada
inocente.
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