16 de julio de 2011

Duelos demasiado postergados, o reprimidos

No quería comprar el libro de M. Á. H. N. (Cuaderno [...] duelo) porque me afecta. Yo también soy huérfano, desde los treintaytantos. Ahora, además soy otras cosas: un hombre que escribe, un hombre que espera, un hombre desesperado (si me permitís jugar con las palabras). Soy todas estas cosas desde que cumplí los cuarenta y decidí realizar el arquetipo de la crisis. Pero decía de mi orfandad: no se sabe lo que es hasta que pasa. Gran descubrimiento, sonreiréis de mi inocencia. Hasta que pasa que ya no está ninguno de los dos padres y entonces se conoce que hay una deuda que pagar, de un monto tal que es impagable. Ahora sonreís menos.

He acabado comprando el libro porque, bueno, yo soy así... Veo un abismo y allí que me voy. Lo tengo aquí delante, a mi lado. Empecé a leerlo en el mismo centro comercial. Nada, unas páginas para abrir boca... amarga, para obligarme a recordar.Ya puedo, ya debo: ya no tengo treintaytantos, sino diez más; quince han pasado desde que murió mi padre, ocho desde que murió mi madre y oficialmente quedé huérfano. Que se os conceda ese saber (porque ese estado implica un saber) cuanto más tarde mejor, amigos míos. Dará igual, porque cuando llegue sabréis lo que es estar arrojado al mundo. Estar solo es estar en una isla, estar arrojado es otro asunto: como que te envíen a la isla de una patada sin tu pedirlo, sin haberte concedido una lista de razones.

Unas páginas, para amargarme. Cada quien escribe a su manera. Igual yo estoy escribiendo mi duelo desde que empecé, sin decirlo manifiestamente o sin saberlo. Igual mi existencia es duelo o dolor y no quiera confesarlo. Nada diré de novedoso si escribo que lo más bello del mundo es la alegría y quien la porta. A mí, que no creo, pido que me sea concedido conocer esa gracia. Pero mi oficio es escribir, ya lo sé. No vivir. Vivir, vive tú y tú. Yo no. O quizás si, quién sabe...

El autor escribe sincopado su dolor, con aires de Barthes y Blanchot y yo no sé quién más o no los reconozco o no los he leído. Sea, amén Jesús. Cada uno toque la partitura que le conviene en esta música lúgubre. Escribe en un momento del texto: "El cuerpo. Lo que resta". No voy yo a rectificarle, ni añadir sujetos o predicados al fluir entrecortado del discurso. Pero yo digo, nada más, que el cuerpo es lo que vive, y lo que activa la memoria.

Lo dejo, de momento. Voy a salir a correr, a pensar en si puede tratarse esta materia con este discurso o aquel otro, si debo abrir o cerrar mi duelo porque ya tengo mi edad y mi pensamiento lo habitan ahora otras preocupaciones. Presuntuoso, diréis. Desagradecido, por añadidura. Os equivocáis al tenerme en tan poco en vuestro pensamiento imaginario: es lo mismo, sólo duele el amor, sólo duele el cuerpo. El alma no existe, el alma es la ceniza de la piel martirizada.
...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay duelos que se postergan tanto como la vida misma. Al pasar los años,los seres más queridos se nos marchan,se alejan de nosotro, para volver a convertirse en polvo de estrellas. De entre todas las personas perdidas,son mi abuelo materno y mí padre las que aun duelo, de ello hace treinta y dieciocho años respectivamente, pero al pensar en ellos , no siento dolor solo agradecimiento por todo lo que supieron darme. Me entusiasmaron no por aprender , sino por el saber y esto aunque no me ha hecho sabia me ha hecho feliz.
Recuerda lo bueno, sus detalles pequeños pero a la vez maravillosos y para esa madrugadas solitarias donde mis pensamientos rozan la tristeza, para mí nada mejor que ponerme la canción de Eric Clapton:" Tears in heaven"