Yo, que no tengo existencia (reconocida, social, legítima), leo sobre su narración en los cafés de la pequeña ciudad.
Qué alegría tratar el discurso ontológico como si no fuera nada más que una lógica de los posibles. Desapareció el espacio social, el mundo está puesto en duda y sólo tengo para mí un sinnúmero de variables huecas.
(A través de la ventana enrejada de mi cuarto el sol se refleja azul y las nubes están en silencio.)
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