7 de diciembre de 2010

Convencido, II

¿Por qué lo irresistible del pensamiento de los días extraños? Quizás responda esta intuición de las rarezas a cierto desánimo acumulado en que el cuerpo se traiciona y el cerebro segrega sus jugos tóxicos, estas mismas ideas que se manifiestan a horas intempestivas y que, sin llegar a significar nada, se imponen con su movimiento circular, obsesivo, en torno a uno mismo, el convaleciente de siempre.

Sé que soy un hombre irremediablemente torpe. Esto me hace sufrir como no lo sabe nadie. Habría que desconfiar de mi inseguridad.

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