Conocí a alguien a quien la abulia y la vergüenza le hacían insoportable la misma idea de publicar. ¿Publicar? ¿Hacer visible su interior? Nunca!
Con el fin de disimular, este ser extraño leía en público. ¿Quién podría sospechar, haciendo eso, que poseyera un interior? Tenía frío y hambre, como todos. Temblaba como cualquiera, se retorcía de desesperación. Todo el mundo podía verlo. Pero, ¿un interior? Eso nunca.
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