En cualquier adepto a Sócrates (oui, moi même) anida un hortera.
Pero esto es otra cosa.
Frívolamente, quiero señalar algo más serio: que el respeto se le adeuda al que se permite dispendiarse en lujos, demostrando que a pesar de eso, del gasto absurdo, es tan apto para la vida como el pavo encolado. Ningún filósofo puede permitírselo, excepto que lo rompa todo y se haga un santo. Pero no puede permitírselo el profesor de filosofía, que tan necesario es para los filósofos si éstos han de mantener un poco de cordura y justificar su existencia extrapsiquiátrica.
Pero una Harley es una Harley; y si no, no.
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