De nada me ha servido obligarme a poner los libros que se quedaron a medias, a lo largo de estos últimos años, en un estante ad hoc, y a cogerlos para leer y depositarlos de nuevo allí. Orden mínimo que respetamos dos semanas o tres. Al final se comienzan nuevos libros. Encima, ahora que se está acabando el mes, me he hecho el propósito más o menos absurdo de comportarme como un estudiante (un estudioso no, por Dios) de Filosofía Antigua, en la parte de política. Propongo(me) una lista, centrándome sólo en Platón y Aristóteles: la Historia... de Guthrie (para los dos), la Paideia de Jaeger (para Platón; respecto a Aristóteles me lo prohíbe Heidegger), Leo Strauss (para los dos y Tucídides), el Ross sobre Aristóteles, y los que se me olvidan. Todo muy escolar y de manual. Como el asunto hay que abrirlo a la modernidad liberal (entra Locke en selectividad), nada mejor que echar mano del Rawls sobre la historia de la filosofía política (Paidós, este año), el Dumont sobre el individualismo, y los que se me olvidan. Nada más que los libros que yo tengo a mi alcance. A lo tonto y si cuento, se me irán a las dos mil páginas (no creo que exagere tanto), y así se pasa agosto sin terminar los libros pendientes y sin aprender nada con la ensalada variopinta de páginas y mi memoria de piscifactoría, lo que puede que se alcanzara (aprender, en lo que da mi cabeza) si me pusiera con República y Política. Las Leyes, para cuando sea mayor. Los modernos, nunca.
Todo muy doméstico, nada sentimental ni interior.
1 comentario:
Buen Provecho.
Ya nos dirá que le parece Strauss.
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