24 de marzo de 2014

Del simpático texto del Nobel hispano-peruano sobre el añorado Revel ("Un pensador para el siglo XXI"), me quedo con dos detalles: la creencia del francés de que el verdadero socialismo debería ir de la mano con el liberalismo político y económico, para no ejercer de tontos útiles de la URSS. La socialdemocracia escandinava o alemana era valorada en ese buen sentido, no así el socialismo francés, más o menos malvendido al comunismo. Eso en primer lugar: el segundo y delicioso detalle es el de llamar "logaritmos vivientes" a los "malos aprendices de Hayek", reos de "perversión economicista". Vargas Llosa escribe en El país y para sus lectores.

Ahora bien, como filósofo ejerciente yo mismo, creo que procede un análisis severamente crítico del siguiente fragmento extraído del texto de V. Ll.. Subrayo los teérminos censurables y/o sospechosos frente al Tribunal de Filosofía de la ciencia formado por los honorables N. R. Hanson, Th. S. Kuhn y P. Feyerabend. Se abre la sesión:
En su intenso rastreo, Philippe Boulanger muestra, ante todo, que las ideas de Revel sobre el quehacer político se forjaron siempre a partir de un cotejo constante de pensamiento y realidad, confrontando sin descanso los hechos* comprobables de la historia vivida y las interpretaciones ideológicas, adaptando éstas a aquella y no acomodando los hechos a ideas o esquemas abstractos preconcebidos, como hacía el marxismo. Esto fue distanciando cada vez más a Revel de un tipo de socialismo que, a su juicio, distorsionaba la historia para que justificara una ideología que una lectura objetiva de la realidad desmentía.
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 —¡Hechos, hechos, hechos! —dijo el caballero.Y «¡Hechos, hechos, hechos!» repitió Thomas Gradgrind.
—Has de guiarte y dejarte gobernar en todas las cosas —dijo el caballero— por los hechos. Esperamos contar, antes de que pase mucho tiempo, con un consejo de hechos, compuesto por comisarios de hechos, que forzarán a la gente a ser personas de hechos y nada más que de hechos. Tienes que desterrar por completo la palabra imaginación. No has de tener nada que ver con ella. No habrás de tener, en ningún objeto de uso ni en ningún adorno, nada que esté en contradicción con los hechos. […] Ese es el nuevo descubrimiento. Eso son hechos. Eso es buen gusto. (Charles Dickens, Tiempos difíciles, inicio; en esta entrada sobre utilidad económica y significado de la educación. Es decir, el dinero y la moral.)

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