A propósito de la escena incomprendida/incomprensible de Vértigo (la de la presencia/ausencia de Madeleine en el hotel):
1. Quien escribe el papel del engaño no juega con la irrealidad. Esto es, tendida la trampa al detective Scottie por parte del naviero Elster, no queda más lugar para la ficción que la ilusión en la que se va enredando Scottie. El espectador carece de información, pero no es víctima intencionada de un engaño.
2. Quien escribe o quien trama no se permite interferir los planos de realidad en los que vive y con los que juega. Conoceremos que el naviero Gabin Elster, compinchado con la actriz Judith Barton, se aprovechará de la psicosomatosis del detective retirado Scottie, para planificar una completa ilusuón con fines criminales. Una realidad B paralela a la realidad A de la experiencia. Cierto que en la realidad B se presume una intromisión de elementos extraños, sobrenaturales, en la experiencia normal. Pero sabremos que estamos frente a una trama criminal, para nada mágica. No hay lugar para el misterio, sino para el desvelamiento. Que Hitchcock hubiera pretendido contaminar nuestra mirada, y hasta el cerebro de sus protagonistas, con presencias fantasmáticas, se contradice con la intención racional de su proyecto fílmico, y con nuestras expectativas de espectadores.
De lo cual se infiere que no hay nada incomprensible en la escena, sino un acuerdo entre Elster y la gerente del hotel, y una elipsis por parte de Hitchcock.
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Magnífico el libro de Eugenio Trías dedicado al análisis de la película: Vértigo y pasión (Taurus, 1998). ¿Está reeditado?.
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