29 de agosto de 2013

Filosofía del lenguaje

En el telediario se puede leer este extraño titular (no creo que me equivoque mucho en las palabras literales): "El PP asegura que destruyó los discos duros de los ordenadores de Bárcenas". Vamos a presumir inocencias, comme il faut. Pero en realidad no se trata de eso, sino del uso del verbo "asegurar". Su presencia condiciona el sentido que le da el intérprete a la frase y el mensaje que contiene.

Veamos. vamos a suponer que la frase del telediario hubiera sido la siguiente:

"El PP destruyó los discos duros de los ordenadores de Bárcenas".

La simplificación de la oración, desplazando el núcleo del sintagma verbal desde el acto de asegurar uno hasta el acto de destruir, genera dos efectos indeseables: el compromiso del emisor, por una parte, y lo que menos pueden querer los servicios informativos es comprometerse con la veracidad de las noticias; en segundo lugar, la disposición brutal de un hecho, en este caso destruir un soporte de información que puede ser altamente relevante. Para no liar demasiado: si yo afirmo que tú aseguras, te comprometes tú, y en cierta medida volatilizamos el hecho. Pues eso.

Introduzcamos un matiz, que respetando el traslado del contenido mensaje a lo que otro sostiene, nos puede hacer ver que los verbos no son nada inocentes (en efecto, son los nombres de las acciones, y por lo tanto de las responsabilidades y las culpas):

"El PP dice que destruyó los discos duros de los ordenadores de Bárcenas".

Se percibe como una falta de respeto, como una indebida vulgaridad, ¿verdad? En efecto, no va a ser lo mismo "decir" que "asegurar". Quien dice, profiere palabras al mundo. Pero quien asegura, avala su decir con su persona. De manera que la bondad de su garantía se traslada al acto mismo. Asegurar, destruir. Por lo que el resultado del mensaje, y la actitud que debemos tomar, tiene que pasar por la confianza en el gobernante y la bondad de sus actos.

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