Por alguna razón no consigo concentrarme en la fallida, dicen, obra psicoanalítica del maestro londinense. En ella, como en Vértigo, se procede a una inmersión en el pasado para liberar el presente de su pesada carga de sinsentidos. Como trampa preparada en Vértigo, eso sí. Mientras que en Marnie la efectiva recuperación del pasado, el hecho de que se reconozca y se cuente, concede la única forma de embarcarse en el futuro, en ese barco que decora el cabo de la calle de cartón donde vive la madre de Marnie. Pero no me hago con la película. Tendré que olvidarme de estas obras de arqueología psicoanalítica (también de Psicosis y quizás de Los pájaros) y mirar las obras "nietzscheanas" de los 50, o casi: La soga, Crimen perfecto, Extraños en un tren. La pura derrota de la moral nos deja más tranquilos que la prospección de las ruinas a la busca del significado vital. Nos convence más la destrucción que el proyecto.
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