Más tarde hubo una ola de profesores de filosofía, cuya indigencia mental llegaba a grados inverosímiles y que se burlaban en clase de Descartes y de Kant, de suerte que incluso escandalizaban a quienes querían adular: es decir, a los religiosos y religiosas que hacían la carrera.
Lo anota JCB en la página 351 de Los Baroja (RBA, 2011). El
apunte interesa también en un sentido sociológico. Al ser religiosos/as parte
de la clientela de la Facultad, no queda
más remedio que pensar en un proceso de secularización encubierto en plena
postguerra civil (ese escándalo por la falta de respeto a los padres fundadores
respectivos de la Modernidad y la Ilustración!). Caro Baroja está contando su
vuelta a las clases universitarias después de los tres años de guerra.
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