Hay un momento en el cual el humor, digamos que lógico, se transforma en la sonrisa de Caín.
Los aciertos y errores de una octogenaria no deben transformarse en una peregrinación canalla y sacrílega al
lugar de los hechos. Quien lleva las cosas a ese punto es un pobre de espíritu. Un necio, un gilipuertas.
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