La mitad de las veces nos callaríamos si tuviéramos que explicar nuestras metáforas, dándonos cuenta de que únicamente se reducen a otros tropos más torpes. Y en última instancia a onomatopeya, allí donde la mímesis consigue identificarse con la referencia. Con la única distancia de la presencia/ausencia: el aullido está cuando el lobo se ha ido.
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