La prudencia socrática
¿Alguien se puede alegrar de que todo un universo —más o menos justo, pero perfectamente organizado— deje paso a lo que él mismo denomina “bárbaros”?. En Fedro (una obra que la mayor parte de las veces se cita sin haberla leído en su origen) Platón hace pasear por el campo a este personaje (quizás él mismo) con el maestro Sócrates. Los dos amigos se sientan bajo la sombra de un árbol, junto a un arroyo, y mantienen una larga y compleja conversación sobre muy diversos asuntos. Llegado un momento, es Sócrates quien se refiere a la propiedad o impropiedad de la escritura. Y lo hace a través del diálogo entre el inventor dios egipcio Tot (creador del alfabeto) y uno de los reyes de Egipto, Thamos. Tot, como Fedro y Platón, está de parte del nuevo invento, la escritura; mientras Thamos, como Sócrates, duda. Estos dos últimos entienden lo inevitable de esta invención pero, siendo fieles a su mundo, hacen un canto de las virtudes que hasta entonces ayudaron a desarrollar la civilización.
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