Inmediatamente después de demostrar (es un decir) a la parroquia allí reunida que la idea de algo perfecto requiere una causa real proporcionada, Mr. Descartes nos premia con el añadido de la más terrible soledad: que el hombre estuviera en el mundo con nada más que sus pensamientos, como un Robinson en su isla (estado deyecto del dasein) sin recursos ni Viernes de ningún tipo.
Miedo y complejos representan para ti un espejo deshonroso (o palabra semejante: como indecoroso).
Yo que me muestro en lo que escribo no tengo hechos que contar: ni nombres, ni fechas. Nada.
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