El inocente de Rousseau (...) tomó el poder varias veces durante nuestro propio siglo, y se encarnó en tiranos tan terroríficos que nos hace dudar retrospectivamente... (Marc Fumaroli en Vuelta, 1997)
Se trataría de volver desde los philosophes a los moralistes; de renunciar al empeño de la social engineering por trasladar al ámbito humano la simultánea inocencia e hybris de los primeros physiologues, debeladores de cuentos de viejas; de dar un paso atrás que sería, vis paradójica, un paso adelante, del cosmos al hombre, trazando un arco entre Sócrates y Aristóteles, olvidando a Platón (recordándolo en privado) como un genio fáustico.
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