Se puede ser a la vez un juicioso comentador de textos ajenos y alguien cuya existencia parece ideada por un narrador insensato.
Puedes haberlo querido todo y acabar dándole vueltas a la sentencia apócrifa de Anaximandro. Y todo eso sin ser mala persona, solamente por tu mala cabeza.
Tú, que me lees, mi inseparable sombra, a ratos conciencia y otras veces espejo, ten compasión de este pobre hombre.
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