Soy profesor de filosofía en un instituto almeriense (lo que se dice un triunfador, vamos), no llego a fin de mes ni a medios de mes a veces, y a pesar de todo no cambio mi pobre destino (en los dos sentidos) por nada. Me ha ocurrido de todo, en el tiempo que llevo en ese lugar y en ese trabajo. Cosas maravillosas y otras no tanto. He aprendido a estimar a esa gente como si fuera mía, y a ser tan seco como a veces lo son ellos. El mayor signo de mi aprecio es lo que digo muchas veces: que tengo dos pueblos, el pueblo donde doy clase (con el resultado de que alguna vez me hacen caso los alumnos, no te creas) por las mañanas (sin excluir tantas tardes y noches), y mi pueblo de nacimiento (feo y caótico, pero es el mío y de mis padres y no me enseñaron a ser desagradecido), y que tengo el corazón dividido (como también, es un poner, podría tenerlo dividido entre dos provincias). Sí, he sido feliz, he conocido y conozco a gente maravillosa en ese sitio. Lo he pasado mal, también, no te creas. Éste es un trabajo ingrato, de resultados inciertos, de muchas dudas. De algunas certezas: para mí es un honor que personas (profesores) más jóvenes que yo me hayan estimado y me estimen. Sólo deseo, como a todas las personas que quiero, que me sobrevivan muchos años, y que me recordaran, no en días de sombra, sino en días de sol, de mar, de vino. Yo no quiero el negro, sino la fiesta, los vestidos estampados, los andares irresistiblemente desgarbados, o lo contrario. He sido feliz viendo tantos partidos de fútbol, y también esa tarde absurda de los muñecos de papel. Hace unos días fui "asaltado" en un restaurante chino por antiguos alumnos de los que ya no me acordaba. Me conformo con poco, no lo cambio por nada. Aún me sigo sorprendiendo. De ahí el título del post. Con un par. Mi Jefe de Estudios, algunas veces despistado, la mayoría de las veces sabio (un Jefe de Estudios es un dios, y no pequeño, en los centros educativos), cometió la ingenuidad de proponer al Dpto. de X que se reunieran el lunes para tratar ciertos asuntos de la organización del curso. Intenté decir (valiéndome de mis funciones) que era mejor que la reunión fuera el miércoles, que es cuando (regularmente) abre el centro por las tardes para tutorías, claustros y muchas cosas más. Nada. Los componentes del Dpto. Ya habían dicho que sí, que bueno, que el lunes, que sin problema. Unos ingenuos, que ocupan su tiempo sin que nadie se lo pague, y sin que a ellos se les ocurra pedirlo (que alguien se lo pague). Hacen mucho más que esto, a veces hasta lloran de impotencia, o de emoción. Se equivocan muchas veces. No se van a hacer ricos. Seguirían con lo mismo aunque les volvieran a bajar el sueldo. Aunque les dijeran en la cara que son unos vagos y cosas peores, seguirían con la cara amarga cuando las cosas no salen bien o diciendo lo bonitos que son los niños de seis años. Son la gente más decente que te puedes echar a la cara. Sólo te queda elegir entre despreciarlos o hablar con ellos.
No tiene mucho orden esto que he escrito, pero el orden no importa ahora.
1 comentario:
El oficio de un “ magister”, no es una profesión sino una vocación, a mí entender. No depende de una remuneración o recompensa, con esto no quiero decir que no deban de estar bien remunerados, que deben estarlos. Pero cuando uno ama lo que hace, no hay horario ni lugar que no sea el adecuado para trabajar. Los de mí ocupación también nos solemos llevar el trabajo a casa, siempre hay algún caso clínico que estudiar, muchas dudas que resolver y la mayoría de veces, en el mejor de los casos, recibimos indiferencia. Cuando no tenemos soluciones, porque no todo tiene solución, entonces somos culpables y si acertamos, es nuestra obligación. Este es el sentir de esta nuestra sociedad” avanzada “(en la otra son siempre agradecidos). Pero esto no es importante, lo que cuenta es que estemos satisfechos con nosotros mismos al final de cada día En nuestras manos está el futuro de alguna persona. Pero en las vuestras, está el futuro de nuestros hijos, el de nuestro país. ( Perdón por la extensión)
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