La construcción de grandes bulevares cambiará por completo el aspecto de la ciudad y romperá el ritmo pausado del paseante: el continuo movimiento de la urbe, el paso de peatones y vehículos hace que la ciudad se transfigure en un espectáculo permanentemente mutable. Frente a dicho espectáculo, el rito de la flânerie se verá relegado a los pasajes, espacios peatonales destinados a la desaparición en las ideas de Haussman.
El flâneur es, sin duda, la figura por antonomasia de la resistencia ante la nueva temporalidad de la ciudad . Como ha observado Benjamin, su más lúcido examinador, la mirada extrañada del paseante “es la mirada de lo alegórico que se posa sobre la ciudad, la mirada del alienado” . (M. Á. Hernández Navarro)
No hay comentarios:
Publicar un comentario