Otro siglo.
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Pues yo me acuerdo de una tarde-noche pegando muñecos de papel, que algún insensato quiso descabezar, y también de que al unísono se pensó que más bajo no se podía caer. En eso estábamos equivocados, puesto que cocinamos (de aquella manera). Quiero creer que esa tarde-noche fui feliz. Porque nada buscaba.
... Pero yo en secreto leo a Wittgenstein, eh!
1 comentario:
Regalar tu tiempo para una buena causa es motivo para estar feliz.
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