Ah, la grisácea vida de los cafés solitarios de la ciudad pequeña, olvidada, polvorienta... Ganando tiempo. Aunque, ¿cómo se le saca rédito al reloj? Aparte: quien ostenta su timidez, igual que si diera a oler una rosa ingenua, está perdido, desde el principio.
El poema de Ashbery ("Desconocer la ley no es eximente") alumbra la idea de Ítacas imposibles, de una impensable palingenesia. Puesto que al cabo cualquier lugar es idéntico lugar. Ninguna isla soleada para el cliente nocturno, un habitual en sentido aristotélico, de las barras. La camarera joven está pendiente del teléfono. Seguramente no la quiere. No juzgamos: leemos a John Ashbery, azar, y consideramos (nosotros, y yo su portavoz) el valor incomparable de una tradición poética, la norteamerica, capaz de producir una épica democrática, de héroes de bajo nivel.
Personajes, máscaras de las que desconocemos casi por completo la profundidad de su historia, entablan a mi lado una conversación situada. Obtienen de esta forma un pequeño beneficio de las horas dudosas; igual que lo obtengo yo, observador meticuloso y honrado. Para ti---
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