Un bosque de palabras es como ese bloque de mármol (con minervas o dianas contenidas, y solamente apto para escultores hábiles) con el que Descartes (Discurso del método, Parte II) compara el campo enredado de la lógica.
En una habitación blanca, casi vacía, la luz filtrada desde el exterior decae siguiendo las mismas leyes.
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