(O de la imposibilidad de no ser ilustrado cuando nos ponemos a hablar en serio)
Sucede muchas veces que el relativista, que hace de inquisidor fosco y minucioso contra cualquier verdad católica que olfatee, muestra un celo inusitado en mostrar la coherencia cerrada de su postura. Esto es, que acaba cayendo en lo que denunciaba, y que la reducción al absurdo le alcanza a él. Pues no hay universalidad mayor que en la coherencia matemática buscada. Será esto lo que los habermasianos, viejos neoilustrados ya, podrán arrojar a la cara de los sectarios de N. cada vez que éstos localicen el interés más espurio en la más santa y sincera voluntad de verdad y saber. (Comento esto a propósito de los ensayos de E. Lizcano que estoy leyendo, de su libro Metáforas que nos piensan. Estoy convencido, además, y no lo digo en particular por este inteligente autor, que hay un poco de paranoia en los escritores de ensayo. En cualquiera que pretenda argumentar algo en exceso. En general, en la idea de una tesis = de una posición.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario