La voluntad es ciega. No puede, no sabe o no quiere efectuar la tarea de interpretación de los signos. Esta ceguera no le conviene, con la ignorancia no se va a ningún sitio. La voluntad debe ser firme, pero en otro sentido: en el de no esperar.
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No veo en qué sentido las palabras sustituyen a las presencias. No hay equivalencia posible entre convención o naturaleza.
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No es, y no es. Si fuera se sabría. La inquietud atraviesa ríos.
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Con el tiempo nos hacemos sabios a la par que viejos. Reducimos a nada, o por lo menos lo pensamos, las pasadas inquietudes. Pero nadie vive con el tiempo.
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El intérprete se somete al vértigo de la repetición del texto. Relectura, abismo, tiempo.
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