Informa Hans Blumenberg, La legitimación de la edad moderna, p. 153:
En los trabajos preparatorios de su Dissertation escribió Marx que epicureísmo y estoicismo “fueron la felicidad de su tiempo” (sic). La mariposa nocturna, una vez que el sol (lo universal) se ha puesto, ha de buscar y contentarse con la lámpara (doméstica, privada).
A este ser leve le corresponde la huida, el miedo, lo efímero. El calor de un instante, e inmediatamente la desaparición eterna. No ha transcurrido tiempo casi desde entonces (desde Hegel), y ya el crepuscular concepto entrevisto entre penumbras se ha vuelto imposible: la economía política ha profanado los últimos tiempos de la luz y de lo bello; no quedan sino los desmayos privados y aparatosos de los jóvenes suicidas. (Tanto ha transcurrido desde el pronunciamiento idealista que Marx da por terminada la historia al final de la época clásica griega, y no en 1800.)
La luz se va deshaciendo, y sus metáforas arraigadas. El búho platónico pensaba contra la claridad engañosa del Mediterráneo. La venían muy bien las tierras más al norte. La mariposa es de cualquier sitio, porque nada pretende, sino adornar el aire en una vibración de instantes. Marca el espacio como la aguja el reloj. Equivocada en su vuelo, muere con el último calor que encuentra. Girando en torno a lo mismo, acaba ardiendo en él, y nadie da noticia del acontecimiento.
… Se va acercando Nietzsche: el enrarecimiento de las clases (aulas, categorías), la falta de aire. La falta de luz como hecho implícito en esas tumbas de la realidad vital que son los sistemas filosóficos (lo que los diccionarios para la poesía, sostendría Cortázar). Una muerte que no por encerrada consigue evitar su hediondez. Nietzsche, el último cristiano a causa de su histerismo. Nietzsche, brother.
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