28 de marzo de 2010

De la utilidad de empezar los libros por los prólogos

He terminado* el libro de E. Lizcano, Metáforas que nos piensan (Bajo Cero/Traficantes de sueños, 2006), leyendo el prólogo de S. Alba Rico. Lo cual me ha servido para confirmarme una impresión que iba teniendo al hilo de la lectura: que bajo este relativismo epistemológica o sociología de la ciencia versión hard latía un último pulso de paradójica universalidad. En en mismo instante y con los mismos argumentos con los cuales se la de-negaba. El que yo tenga esta impresión humeana, coherente con el vuelo bajo de mis juicios, no significa gran cosa, fuera de confirmarme (¿en qué sentido?, ¿en el religioso?) que una voluntad irracional en conjunto (para-noica, sistemática, cerrada, totalizante, esférica, perfecta, pura, plenamente enumerativa) preside buena parte de los empeños de las de-mostraciones. Que, como Lizcano menciona citando a Nietzsche, no se encuentra nada que no se hubiera escondido allí antes. Era lo mismo que escribía Kant, quien tenía el descaro de reconocer su crimen de leso subjetivismo y estampillar luego Universalidad y Necesidad SA.

*Salvo dos o tres ensayos cortos que ahora me cogen un poco a trasmano.

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El cese de la afección en la sustancia implica la conciencia del mal más dañino.

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