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30 de agosto de 2006
Autoficciones
Un pensar histórica, social e ideológicamente orientado tiene la obligación de elegir sus principios. Accede a ello como podría acudir a un supermercado, con la misma naturalidad y falta de compromiso: para irse cuanto antes a casa. La persona de ficción que se entrega a la emoción vacía de opinar podrá conocer, luego quizás, el valor enorme que su testimonio, en la medida en que concede todas las pruebas necesarias de no verdad, posee para los historiadores. Estos quieren dedicarse -no lo manifiestan en sus ojos pero sí en sus bibliotecas- a la revisión pormenorizada de los precios del saber, sea como genealogistas o como terapeutas, según los artículos que cada cual ha puesto en el mercado. El artículo en cuestión, el de cada caso, es encasillado y ése restará su único significado para la interpretación cultural posterior. Así se retrata la diferencia entre el Libro del desasosiego pessoano y aquella escritura que no acierta a comprenderlo o que incluso señala pros y contras.
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