I.
La escritura electrónica plantea una cuestión que no debe ser nueva, que será tanto más importante si nos hace cobrar conciencia (¿a quiénes?) acerca de la lentitud y tendencia a la repetición de los acontecimientos en el suceder histórico. (También parece cierto que una progresión que no aproxima su velocidad a la de los instantes siempre renovados puede prescindir de un exceso de celo individualista.) El acto de escribir, si no queda limitado a los apuntes privados, momentáneos o críticos, requiere alguna forma de legitimidad y ésta tenderá a asumir la forma de un reconocimiento social, antes de que tal práctica textual sea efectiva y masivamente demandada. La dificultad de establecer la relación entre novedad y demanda no se debe, por otra parte, ocultar. La escritura electrónica solicita, creo, su propio público de lectores: quizás un género nuevo de lectores, fuera de la búsqueda funcional de información y de la satisfacción religiosa o placentera que orientan la costumbre moderna del libro. Cabe preguntarse, al respecto, sobre las calificaciones privadas (no un biograma sociológico) de las personas que participan en el juego. Sabemos que ésta no es la palabra adecuada, dada la generalización del fenómeno (como el interés masivo por los deportes no constituye un juego, aunque pudiera arrancar de alguna forma del mismo), aunque no tengo claro cómo se debe denominar una costumbre que ocupa el tiempo excedente, no laboral, aunque sí tiempo de vida, que de esa forma se vuelca en el mismo medio de transmisión y almacenamiento de información, hasta un grado desconocido: el vicio del libro queda, tópicamente, para ratones de biblioteca y otros especímenes raros.
II.
Un ser de ficción, vaciado de casi todo, se refugia en la inventiva momentánea e inmotivada: encuentra así la autoficción. La solución histórico-literaria tiene bastante éxito, teórico y práctico. Basta con mirar la difusión del término para este tipo de textos (no simplemente narraciones), cuantificable en el mismo medio informático para el período de tiempo que se desee. La venta de libros que pertenecen a ese género difuso confirmaría esa misma tendencia.
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