Nadie escribe ni una mínima parte del miedo que siente, de la impotencia y la rabia, de la culpa y tontería letales que se han ido acumulando. Nadie lo escribe, porque no se atreve a decirlo, ni a confesárselo a sí mismo. Hasta el mismo pensamiento querría ahuyentar, el de que cualquier cosa que emprendiera acabó en fracaso, las ilusiones malogradas, los padres muertos, la casa rota.
1 comentario:
Lo bueno de la vida es que siempre amanece y aparecen los navatores que llevamos dentro y ponen un poco de cordura a nuestra existencia.
P.S. Aunque yo debo de llevar el ritmo circadiano cambiado.
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