La compasión que sentimos por una avecilla que se encuentre entre las garras de un gato es comprensible y está justificada. La compasión por las moscas atrapadas por las arañas es un sentimentalismo exagerado. Dejémoslas, pues, estar tranquilas, en la medida en que nuestro sentido del orden hogareño nos lo permita... (K. von Frisch, op. cit., p. 178)La razón reside en la mayor complejidad del cerebro del ave, y en su mayor cercanía a la posesión de un yo. Esto es, a la conciencia del dolor.
Cito, al respecto de arañas y filósofos, de una entrada de don G. Luri que no tiene desperdicio:
Algo vería Spinoza en el comportamiento de las arañas cuando sentía tanta atracción por ellas. ¿Quizás el símbolo del poder de la divina naturaleza? No lo sé, pero lo cierto es que Colerus, su biógrafo refiere que las buscaba para hacerlas luchar entre sí y enganchaba moscas en las telarañas para disfrutar con el festín arácnido. Disfrutaba con estas cosas y lo hacía de manera estentórea, a carcajada limpia.
Más tarde debo pensar en lo que escribe.
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