En la jerarquía literaria canónica, hasta la llegada de los bárbaros neoperiodistas, los novelistas ocupaban la cima (desplazaron a los poetas como creadores, como portavoces y portadores del poder mítico), luego las gentes de letras (académicos, críticos, etc.), los mediadores entre creación divina y público. En último lugar, plebe de la letra, los periodistas.
Los neoperiodistas subvierten la situación. ¿De qué modo? Pues inyectando realismo en el mito polvoriento...
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