La voz del narrador, de hecho, era uno de los grandes problemas en la literatura de no-ficción. La mayoría d de los escritores de no-ficción sin saberlo, lo hacían en una tradición británica vieja de un siglo, según la cual se daba por entendido que el narrador debe asumir una voz tranquila, cultivada y, de hecho, distinguida. (El nuevo periodismo, p. 30; mi ejemplar es de la 8ª edición, año 2000.)
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2 de agosto de 2013
De Tom Wolfe
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