Hay algo en el formato libro de papel que no se encuentra en
los artefactos y archivos digitales. No hace falta llegar a la bibliofilia. Se
trata de que una modesta colección de tale objetos encuadernados, con su
equilibrada disposición de materia y forma (lo digital se escora hacia lo
formal extremo; las tablillas sumerias a lo contrario), nos hace abrigar la
ilusión de que somos un poco menos pobres y un poco más sabios, e indiferentes
a los actos del gobierno y las pasiones de las muchedumbres (si acaso esta
disyunción entre elite y masa fuera factible de plantearse).
Está bien escribir en un blog, gratuitamente en todos los sentidos, pero, hablando de deseos, quién podría resistir la tentación del canallesco autoed.
3 comentarios:
Sigo gastándome sin ningún pudor mis pocos cuartos en libros de papel, pues al placer de la lectura le añado el de los sentidos. No podemos comparar, la visión de un conjunto de libros alineados en las estanterías o esparcidos, leídos o por leer. Quizás estos últimos me deleiten más por lo no conocido, lo por venir, por sus esperanzas, por sus ilusiones. Los antiguos, con solo releer las anotaciones, aparecen visiones de otros tiempos, ni mejores, ni peores, pero en ellos están nuestras vivencias, nuestros recuerdos. Su olor, tanto si son recién comprados con su esencia a tinta, como si han pasado tatantos años donde su aroma se asemeja al petricor tras las lluvias. Y no digamos de su tacto, esa aspereza, esa calidez.
Nada que ver con la lisura, la anosmia y la frialdad de la perfecta pantalla.
Nosotros somos sentimientos pero también sentidos.
Suscribo todo lo que dice en negrilla. Y lo voy a subir como post.
P.D. Haciendo honor a la verdad, habiendo sucumbido ante él y rompiendo una lanza (pequeña) por el e-reader, diré lo útil que es, en dos ocasiones. Una cuando viajamos en estos vuelos económicos donde por no haber, no hay ni clases, ni turistas. Sobre todo para las mujeres que llevamos el equipaje de mano abarrotado de mil pertenencias y en donde pretenden que metamos nuestro bolso, que es más grande que la maleta y nuestros libros. ¡Pero si su nombre lo dice, no cabe más que la mano!
Y otra cuando leemos acostados y nos encontramos con un libro del tamaño de “Los pilares de la Tierra” o queremos consultar un Farreras Rozman, con su terminación en cuero. No hay brazo humano que lo aguante y sí narices que se aplasten.
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