Pues sí, es verdad, en efecto... yo creo que hay que evitar darle prestigios girardianos a lo que uno ha hecho o aplaudido. El relato de la cruz, ahora que nadie se cree el cuento, parece que alcanza una verosimilitud política más que conveniente para ciertas almas. Si la intención de los hechos era emancipatoria, esa misma bondad de los fines se traspasa al escenario o momento del reconocimiento del dolor causado, sobre todo la visión de la inexorabilidad de las consecuencias (por parte de quien causó el dolor). Bien, pero para eso hay que soslayar lo que el pequeño hombre de K. escribió al efecto: que lo relevante está en los medios, y que no tiene sentido hablar de fines más que para referirse a los destinatarios o sujetos de la acción. Paradójicamente, pienso yo, el entendimiento cristiano de la forma de las relaciones humanas impide, en el caso del pensador alemán ilustrado, toda concesión al perdón o la tibieza que llegan con la tibieza del tiempo. Los muertos restan como absolutos, ensordecedores en su silencio. [Con lo que, entonces, la única salida para la conciencia y el existente (tales fueron mis actos, y tales sus resultados) estarían... ¿dónde estarían? Nos da miedo pensarlo: pues si el mal representa un absoluto, ¿qué sentido tendría sostener que no lo representa para nada ni nadie; que no hay un bien que lo redima o borre. En fin, que sé lo que quiero decir, pero me da miedo escribirlo...]
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Yo no tengo la suerte de poseer una conciencia muy religiosa, pero agradezco a quien corresponda que el mal que yo he causado (quiero creer que por ignorancia) no haya sido del mismo tipo. No sé si lo digo/escribo bien.
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