Irwin rechaza que Orientalismo pueda servir como plataforma para el debate público, ya que presenta una versión imaginaria de la historia y del propio orientalismo. Irwin lo considera un constructo lleno de ambigüedades elaborado por un profesor de literatura no especializado en orientalismo, y cree que su éxito se debe a la utilización de las ideas de Foucault y Gramsci a propósito del conocimiento como poder y sobre el concepto de hegemonía, muy en boga en aquel entonces.
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Montesquieu, Burke, Tocqueville, Mill y Weber reflexionaron sobre el despotismo que caracteriza a los países que no separan el poder político del religioso. El poder absoluto de uno solo sin control constitucional lleva a la tiranía y deja a la gente sin seguridad, lo cual puede conducirle a la apatía.
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