No soy yo, a causa de cierto temperamento entre cínico y estoico (esto es, entre el subsuelo y el cielo) que me hace estar por encima de intereses en excesos mundanos, no soy, digo/escribo, envidioso de los bienes de los demás. Sé que son sucesos perecederos, y que ni la gloria eterniza a nadie y algún día infausto hasta el santo nombre de Platón se verá olvidado. Eternas son las piedras... Pero es que veo las casas de los ricos en la tv, que es la máquina que tenemos los pobres para sustituir viajes y riquezas, y me sale una vena entre ácrata y trabucaire y un ansia inexplicable por ver algún episodio de la serie Curro Jiménez, suponiendo como que todos los ricos son okupas franceses de mi patria inmortal.
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Otra máquina:
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Otra máquina:
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