... en los mismos secanos y bajo el mismo sol arcaico que tanto emocionaba a los estetas de la generación del 98.
No son gigantes, son prostíbulos.
En cuanto a la "escultura de rotonda":
Pero quizás el misterio arqueológico definitivo del próximo milenio serán las rotondas o glorietas de tráfico: el Stonehenge y el Machu Picchu y la isla de Pascua de la gran era de la fealdad pública española.
¿Para cuándo el Libro de las rotondas, un título casi rilkeano? Como soy muy vago y no voy a coger la fragoneta malacatonera para ir haciendo el lila por los cruces de Hispania, cámara en ristre, doy la idea para que otro lo haga y yo compraré el libro. ¿Estará hecho ya el libro, que no puede ser más que un limitado muestrario, pues según el Eclesiastés el nº de rotondas es infinito, y yo estaré expresando un deseo desfasado e ignorante?
Don Antonio invita a lo mismo, más o menos, arrojando un adjetivo que me inquieta:
Algún historiador del arte con inclinaciones depravadas podría hacer una tesis sobre ese fenómeno estético.
"Depravado". Pues no lo había pensado...
***
A nosotros, que amamos a Tom Wolfe y el nuevo periodismo (en primer lugar en su aproximación crítica al modernismo cultural), nos interesa por supuesto el libro de Ll. Moix, Arquitectura milagrosa, y lo que don A. Muñoz Molina (y otros) puedan escribir al respecto.
Una reseña más.
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