3 de agosto de 2011

Falta de entusiasmo o del búho definitivamente desvencijado

Llegaría a pernoctar en los bancos públicos o, si ese día vinieran bien dadas, en los bajos de los puentes, acompañado de un perro aún más lastimoso que yo, y seguiría sin comprender esta absurda matemática económica de la deuda pública y la prima de riesgo. O quizás si llegaría a comprenderla, como casi todo lo importante, en el instante anterior a que el cuchillo del carnicero especulador se hundiera en mi garganta y el mundo se vaciara un poco más.

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