Conozco a personas de una delicadeza extremadamente frágil, igual que si su piel estuviera hecha de aire que se quiebra---
No necesitan estos seres míos de piedad de ninguna clase. A lo más, de una memoria, tan sutil como ellos, que les vaya haciendo más agradable el camino.
(Nadie escribe con lágrimas, su tinta no tiene color. El color viene con la espera y la depuración de lo acordado.)
Pero no se rompe el aire así como así, sabe que la guerra es larga y de la constancia. Dobla por las esquinas y se esconde expectante el aire, igual que un niño e igual que el otro dios del tiempo (de Éfeso, antes de las predicaciones)
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