Diría Benjamin Franklin:
No mendigues, no gastes
tu tiempo
llamando a la puerta..
No bajes la voz,
no tiembles
(¿por qué te da
por temblar,
querido amigo?
¿Tienes frío
esta madrugada?).
Lo perderás todo: tú
que no eres nada,
que no tienes nada,
que no quieres nada.
Huye. Aquí
tampoco hay dioses
(desvístete de las dudas):
se retiraron para ti,
que contemplas cada tarde
las sordas y gastadas olas del mar.
Los años, este insulto que me arrojas
a la cara-
que te envuelve en silencio
a ti
cuando ellos hablan.
(Los hechos:
olvídalos.
Purificados por el tiempo,
si se te concede,
podrás contarlos.)
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