10 de junio de 2011

Géneros del discurso

Ninguna apología sirve si no es del perdedor... (Esto lo tenía que saber Hegel, detrás de sus resabios: la condena de Sócrates es justa porque a Sócrates pertenece la verdad. Ésta no es del tiempo de la ley, sino posterior. Una verdad que desajusta, que no conviene a la máquina, a la regla. Un acto libre. La verdad resulta idéntica a la libertad porque se sale del tiempo presente.)

El elogio del triunfador es legitimación. Nada más. Algo que se tiene que olvidar cuanto antes.

Cada vez más convencido: valemos lo que nuestra protesta. No contra nada ni contra nadie, sino nada más que este no-estar-estando; la existencia qua apertura hacia mútiples... abismos.

¿Abominaba Platón de la letra "impresa", si es que abominaba realmente y no ejercía de falso modesto, porque veía clara la fácil y espúrea ligazón al presente de todo aquello que se quería eternizar? Lo malo no sería que los hombres perdieran memoria con (a causa de) el mágico artificio de poder fijarla, sino la trivialidad y/o falsedad de lo fijado...

Un texto: nada más que el reflejo en la superficie de aquello que ya está dejando de ser... En el texto se genera su propia oscuridad (interpretaciones, equívocos, claroscuros) y hay que salir a la calle, hablar, dialogar, aceptar lo inevitable, beber juntos, caminar...

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