R. Kapuscinski, El emperador:
Se trata de una obra maestra: la voz neutra del informante se deja escapar el mayor sarcasmo, como cuando proclama la maldad de los que denuncian la muerte por hambre, y no muchas después el mismo informante confirma el hecho, y le da carta de naturaleza y de eternidad: como si la muerte por hambre fuera un asunto mítico, una obligación religiosa (y esto no está lejos de la filosofía amhara). Es decir, que la maldad de los denunciantes, su mendacidad imperdonable, consiste en que dicen la verdad---
Sin que tenga, por su asunto -¿o sí?: el poder, claro, la cursilería criminal que lo acompaña, la miseria innoble...; o sea, teniendo todo que ver -, nada que ver, el tono de la escritura de este soberano libro de R. K. me recuerda a La fea burguesía, una colección de historias monotemáticas de Miguel Espinosa. Y me lo recuerda pensando en que alguien debe conocer realmente el oficio de escribir/vivir si es capaz de transmitir con la mayor frialdad el asco infinito que puede llegar a producir la maldad de los seres humanos---
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