Hay un instante, una quiebra del tiempo o una deriva de la ola, en que el absurdo se convierte en necesidad, la risa duele y caen las horas ausentes a plomo---
Un segundo del reloj en el que te equivocas y el error se te transforma en nervio viviente. Una hora en que tú eres.
Días en que toda la torpeza destrozara palacios y ciudades, complicando este dulce discurrir de un sol de marzo, y que cada uno de esos actos se incorporaran a la memoria de la piel, doliendo ya con ser recientes.
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