(Súbito, deus malignus, súbito. Un hueco negro en el calor decadente, en la claridad.)
… Si no será toda la vida (¿mi vida?) una cadena continuada de engaños forzada (¿por mí?), un sinfín de errores propiciados por el abuso interpretativo, por la inadecuada selección de los datos.
… Si no... Restan los labios, la frente, el texto, los encuentros. En el hueco negro, ahora, súbito se enciende una luz. ¿La llama de un cigarrillo? No. Una palabra, una más. Los ojos que interrogan, también. El cuerpo, el texto. Los significantes y este dolor. Los labios que sorprenden y que agradan. Nunca se sospecha su dulzura. (Recuerdo, impropiamente, a Aleixandre, leído en no sé qué noche de qué año.)
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